¿Dónde quedaron las nínfulas?
Esta entrada está escrita por mi amigo José Alonso Juárez. Otro compañero universitario. A él lo conocí en el ciclo 2015-2. Todavía me falta conocer mucho de él, pero todo a su tiempo. Muy pronto escribiré sobre la razón de estas entradas escritas por comapañeros universitarios. Espero que les guste lo que él escribió para Cosas Varyadas.
Quisiera irme, sí, quisiera irme y no regresar. Recordar qué
faltan menos de dos semanas para comenzar clases. Mes y medio para el proceso
electoral en mi país. Bahhh que mierda. Ese tipo de cosas no van conmigo, en
definitiva, no.
Hace unos días leí Lolita, uno de los tantos libros que
conformaban mi lista de “pendientes”. La trama me atrapo por completo. ¿Qué si
soy un pervertido? Pues sí, lo soy. Pero no tiene nada que ver con este libro. Eso
me llevo a la reflexión (para variar, no tengo nada mejor que hacer, por lo
menos en vacaciones) ¿Hasta dónde llega la gente por amor?
Yo amaba sí, a varias niñas, cuando era un puberto y solo
pensaba en cuándo saldría el nuevo juego de Pokémon, o cuál de mis compañeras
de salón o de grado serían objetivo de deseo en mi ritual masturbatorio. Luego
me di cuenta que no, yo ame a una amiga (cuyo nombre no diré para reservar su
privacidad). La ame con tanta fuerza qué podría llenar todo el distrito de
Surco, donde ella y yo vivimos en esas épocas, con mis lágrimas. Lloré, golpeé
muchas cosas, me golpeé contra otras, me volví un pusilánime, volví a ser un
humilde huevon. Pensaba que el amor era infinito, que mi amor era infinito. Qué
no importaba lo que lo demás dijeran, que los adultos de ese entonces estaban
equivocados, que sí me podía amar siendo tan joven. Qué equivocado estaba. Yo
no ame, no he amado, lo haré, sí, pero no es algo que desee.
Pero dejemos de hablar de mí, volvamos al tema. ¿Qué harías
tu por amor? He visto casos grandiosos donde la gente logro su cometido,
después de un pequeño o un gran esfuerzo, gente cayendo en una depresión
temporal o crónica, volviéndose mejores personas o dolidos silenciosos. Oh, qué
lástima tienen que dar esos “héroes caídos”, qué oportunos tienen que ser con
sus lecciones de moralidad, con sus discursos de amistad y sus ánimos de
superación. La única conclusión qué saque de esto, es que soy un gran
hipócrita.
¿Dije que el aburrimiento me llevo a escribir de este tipo
de cosas? Pues sí, en verdad, quería hablar – quejarme de la política, no
peruana, no. El Perú no es el único país “donde pasan este tipo de cosas”
(escusa de limitados de mente y pesimistas detestables), pero creo que eso ya
se verá en otra ocasión.
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